MIS RAICES FEMENINAS

6 junio, 2010

Voz de La buscadora de rastros 2000


Voy en mi ruta interior, es un camino denso, pleno de voces que reconstruyo en diálogo, en enfrentamiento, en polémica, y a veces, en conciliación. Son las mujeres. Mi memoria esta impresa con esas palabras alojadas durante tanto tiempo, allí en mi cabeza, y en mi corazón tatuado de emociones que palpitan al contacto con las historias y los recuerdos ayer  pronunciados por las sabias ancianas, mujeres moldeadas y curtidas por una vida que las indujo oscuramente a la sumisión y a la recatada mansedumbre de aquel que escucha dispuesto a obedecer, a acogerse al destino impuesto por las decisiones ajenas. Mujeres encaminadas a una meta que brillaba orlada por una ardorosa aureola, ese marco que bordea el retrato de familia y acoge la pose de la mujer de humilde sonrisa y de mejillas encendidas con sonrosados arreboles, esos tímidos gozos ante el prestigio ganado con la conducta digna, el adecuado pudor, la imprescindible modestia: las abuelas, prudentes consejeras, trasmisoras de las virtudes que habían de asegurar nuestro arribo al puerto final: vírgenes y madres, señoritas y señoras, la memoria femenina ancestral.

Pero ahora avanzo, penetro los recuerdos guardados por esta codiciosa inquietud, dentro de mí se quiebran aquellas austeras imágenes frente a los gritos de la mujer que, alumbrada al compás del nuevo siglo, irrumpe atrevida desde mediados de la anterior centuria en desafío a la cultura atávica, enriqueciendo ese pasado de discreción y señorío con un coraje nuevo, templado para afirmar su identidad protagónica en el afuera, en el mundo ayer prohibido. Y en este viaje irregular retrocedo sin control cien años atrás, y entonces descubro ahogadas protestas que se esconden entre los fustanes del XIX, entre los trapos por donde se cuelan papeles secretos, ésos que, susurrantes, osan desafiar el silencio y denunciar los atropellos, que se atreven a revelar los anhelos prohibidos. Y más atrás, las mujeres de las castas aborígenes, unas, invadidas, diezmadas, explotadas por el apetito y el abuso del conquistador; las otras, arrancadas y desarraigadas de sus tierras nativas, embarcadas hacia la humillante esclavitud para servir al colonizador en su tarea fundadora que extiende los límites de su poderío para extraer la riqueza ajena, y también para complacido amancebamiento. Ellas, en convivencia y sumiso acato a las “doñas”, mujeres de los conquistadores que fueron arribando a fundar nuevos hogares después de atravesar el océano para unirse a los maridos, colonizadores de tierras habitadas por sus primitivos dueños; donde llegaron a sembrar un nuevo mundo y a procrear hijos mestizos y mulatos, luchadores rebeldes en un mundo de contradicciones étnicas y políticas: combate por el poder que cada casta quiere hacer suyo, contienda que se arrastra durante siglos.

Busco el significado de esta inquietud que me lleva a escuchar las voces de las otras, registrando el mensaje de cada palabra, escarbando las letras para desnudar el término del significado textual, empatándolas para obtener una secuencia cargada de sentido real y llegar al meollo que me dé las respuestas a mis propios por qué, que traiga luz a mi oscuridad. Así, desaparecidas las mujeres entre el torbellino del tiempo, no obstante su voz no deja de sonar, y me cuentan ahora su historia impregnada de “sangre, sudor y lágrimas”, y yo la escucho entonces para aquí transcribirla.

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One Response to “MIS RAICES FEMENINAS”

  1. Vida Gaviria Says:

    Ele! Que bueno leerte de nuevo! Me encantan tus relatos!

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